¿A Quien Afecta La Inmoralidad?
A primera vista pareciera
que las actuaciones antiéticas afectan sólo a las víctimas que las
sufren. Desde luego, éstas son las primeras perjudicadas. Pero no son
las únicas. Ellas disminuyen la honra y la autoestima de quienes las
cometen; dañan notoriamente el prestigio de la respectiva profesión,
cuya defensa constituye el primer objetivo de los Colegios
Profesionales; pero -sobre todo- hiere a la comunidad de dos maneras:
Erosionan la confianza pública que es el cimiento necesario para el
ejercicio de toda profesión y frustran la esperanza de un correcto
servicio al que la sociedad tiene derecho por haber contribuido a formar
esos profesionales a costa del sacrificio colectivo.
No debemos
olvidar que toda profesión no es sólo un modo de ganarse la vida y
realizarse personalmente. Esta es sólo su dimensión individual. También
las profesiones tienen un fin social y éste consiste en servir
adecuadamente cada una de las necesidades que la sociedad debe
satisfacer para posibilitar el bien común. Así, las necesidades de
educación, de salud, de justicia, de comunicaciones, de obras de
ingeniería y arquitectura y tantas otras, encuentran cobertura en el
correcto ejercicio de las respectivas profesiones.
De esta
manera, las actuaciones contrarias a la ética no sólo dañan a quienes
las sufren sino -principalmente- a la comunidad humana en que acontecen.
Por
eso resulta absurdo -así sea en un discutible régimen de colegiación
voluntaria- que se pretenda someter al control ético de los Colegios
Profesionales sólo a sus colegiados. Estos, desde luego, se encuentran
sometidos a la disciplina y a los patrones morales de su profesión. Los
profesionales inescrupulosos, los que no trepidan en atropellar los
cánones éticos, no ingresan o no se mantienen en los Colegios. De allí
que el comportamiento ético deba exigirse en todo ejercicio profesional,
con absoluta prescindencia de sí el actor está o no está colegiado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario